Mi territorio siempre ha sido un lugar tranquilo y neutral, que siempre ha mantenido buenas relaciones con sus naciones vecinas. Sobretodo era conocida la gran confianza que depositaba en su más poderoso vecino, del que prácticamente dependía para mantenerse en este cruel mundo.
En cualquier lugar era conocido el poder de este imperio: su feroz y avanzado ejército, temido por todos. Y al que, al igual que mi pequeña nación, todos necesitaban para sobrevivir.
Los años pasaban y pasaban sin nungún sobresalto especialmente grave. Todas las naciones eran felices y trabajaban su futuro sin temor, hasta hace unos días: Un territorio desconocido por todos, declaró la guerra a nuestro "todopoderoso" vecino Ut Gnir, seguramente para tapar sus propios problemas internos como suele pasar.
Mi país cuenta con tres ciudades, dos de ellas (una, la capital) cercanas a la nación de Ut Gnir, por lo que me recorrió una cierta intranquilidad. Aunque tenía algo de miedo, tenía confianza plena en mi vecino: seguro que podría contener el ataque sin mucha dificultad.
Pero a mis oídos llegó una noticia terrorífica: Ut Gnir había sido derrotado humillantemente, debido más a los numerosos errores cometidos por su conocido y respetado ejército, que al poder del enemigo. Nuestro vecino había perdido varios puntos estratégicos que podrían afectar a muchas otras naciones.
Tristemente, esta información me llegó tarde, y no tuve tiempo de armar decentemente a mi ejército. Solo contaba con tres tropas no muy fuertes, que defendían mis tres ciudades, y de un alto mando que junto a una de las tropas era el encargado de la defensa de la capital. Muchas veces he dudado de si mi alto mando sería lo suficientemente capaz de controlar un ataque. Además, el enemigo conocía el punto débil de uno de mis frentes, por lo que se podía decir que estaba vencido en esa batalla.
Como me temía, mi ejército cayó en el primer escarceo y una de las ciudades cercanas a Ut Gnir fue conquistada por el enemigo. Contacté con mi alto mando con rapidez, que pudo restituir, aunque fuera lentamente, el control en la ciudad conquistada. Parece mentira, pero fue eficaz, lo que me tranquilizó. Por supuesto, cometí un gran error: nunca se debe bajar la guardia en el campo de batalla.
Durante el tiempo que el enemigo controló la ciudad, pudo hacerse con secretos que se guardaban allí, secretos que harían caer mi alto mando sin ningún problema: unos días más tarde, y sin previo aviso (lógicamente), el enemigo lanzó un nuevo ataque, pero esta vez mi alto mando era el que estaba en el punto de mira. Horrorizado comprobé como iba perdiendo el control de mi querido territorio. Mi alto mando no tuvo más remedio que pasar al bando enemigo, y con él se fue mi capital y otra de las ciudades (las dos cercanas a Ut Gnir). El frente que defendía la tercera y última ciudad, se rebeló y se mantuvo a mi lado, pero reconozco que no le di el reconocimiento que se merecía, quizás porque era un ejército anticuado y la ciudad que defendía ya no tenía demasiada importancia: ¡había perdido mi capital!.
A mi ya solo me quedaba rezar y pedir ayuda al Ser Supremo. Nunca había sido demasiado creyente, pero era mi última opción. A los pocos días llegó el milagro: Acabó en mis manos (no se como) la clave para derrotar a mi alto mando, que ahora luchaba del lado del enemigo. Ataqué con furia, y tras una lucha encarnizada, pude recuperar mi capital y el resto de mi ejército derrotado, que se encontraba preso en ésta.
En el tercer frente, a pesar de ser inferior en todos los aspectos al ejército enemigo, mi ejército pudo resistir valientemente a los ataques con la ayuda de Bsaan, el país amigo con el que tenía contacto esta ciudad. Les debo un gran homenaje tanto a Bsaan como a la tropa.
A día de hoy trato de recuperar la última ciudad y la capital resiste, pero debo mantenerme alerta: la guerra todavía no está ganada....
jueves, 8 de mayo de 2008
Tiempos de guerra
Publicado por XaviTuX en 22:49
Etiquetas: Aburrimiento
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